¿Que es bueno para los piojos y liendres? – Hablemos del Ajo
La pediculosis – infestación por piojos en cualquier parte del cuerpo – puede ser tan persistente y tan recurrente que uno termina llevándose las manos a la cabeza de desesperación – y también de comezón – preguntándose ¡¿Qué es bueno para los piojos y liendres?! En otras palabras ¿qué es bueno para acabar con ellos?
Para encontrar solución a esa interrogante frecuentemente desesperada se han propuesto un sinnúmero de posibles opciones, algunas de ellas muy lógicas como extraer los piojos con un peine; algunas otras un tanto excéntricas o extremas como rapar a la persona que tiene el problema, y otras tantas quizás un tanto disparatadas como aplicar petróleo o diésel a la cabeza del infestado.
El Ajo ¿una medida desesperada?
Entre las opciones que son quizás algo fuera de lo común pero no completamente locas, está el ajo.
El ajo es un caso especial. Es una de esas plantas que todos conocemos, que todos hemos consumido en algún momento y que inclusive hemos disfrutado como condimento en ciertos platillos, pero a la cual también le rehuimos por su aroma principalmente.
Pero también es uno de esos ejemplos de plantas comunes que encontramos en cualquier alacena de cualquier cocina a la cual el inconsciente colectivo le ha atribuido un sinfín de propiedades cuasi milagrosas fundamentalmente en el terreno médico, a la vez que otras evidentemente míticas como ahuyentar vampiros.
Pero ¿de donde viene el ajo?
El Allium sativum o ajo común es una planta de la familia de las liliáceas como son el tulipán, los lirios o las azucenas.
Llegó a México y a América en general muy probablemente con los conquistadores y a su vez llegó al Mediterráneo desde Asia en donde se conoce y utiliza desde hace cientos de años.
Varias civilizaciones ya le daban varios usos al ajo varios siglos antes de Cristo. Los antiguos chinos, sumerios, egipcios, griegos, romanos, tibetanos, árabes, bizantinos hasta los europeos medievales y renacentistas todos utilizaron el ajo en alguna forma.
Dichas culturas cuando se establecían y aun eran pobres frecuentemente utilizaron el ajo como un condimento, sin embargo, con el tiempo se le atribuyeron propiedades medicinales por su aroma y efectos estimulantes.
El ajo ha aparecido en escritos tan importantes con los Vedas de los hindúes, en el Talmud de los judíos y en la Biblia cristiana y personajes tan relevantes como Hipócrates, Plinio el Viejo o Galeno le atribuyeron propiedades como antiparasitario, laxante, diurético, como antídoto contra la picadura de serpientes o mordedura de perros rabiosos o inclusive como remedio universal.
El mismo Luis Pasteur en 1858 reportó que el ajo tenía la capacidad para matar bacterias entre ellas el Helicobacter pylori que ahora sabemos está asociado a la enfermedad ácido-péptica que produce un espectro de padecimientos que van desde la gastritis hasta el cáncer de estómago o esófago.
Al ajo se le ha llamado de muchas maneras, una de ellas es la de “penicilina rusa” pues el ejército de ese país lo utilizó para tratar las infecciones en la primera guerra mundial, varios años antes de que la penicilina real fuera descubierta por Alexander Fleming en 1928.
¿Cuáles son las características generales del ajo?
El ajo libera un aroma característico – en muchos casos insoportable – semejante al que pueden liberar otras plantas como el rábano o la mostaza y que es debido a que contienen glucósidos de azufre.
Se han estudiado las propiedades químicas del ajo desde el s. XIX encontrándose que contiene diferentes tipos de compuestos.
Entre las sustancias que forman parte del ajo se encuentran diversas moléculas de valor nutricional como aminoácidos, lípidos, carbohidratos como los fructosanos, minerales como magnesio, zinc y selenio y vitaminas A, C y del complejo B.
Y ¿cuáles son sus propiedades medicinales reales?
Sin embargo, fue hasta 1944 en que se descubrió un compuesto clave que es parte del ajo y que sería al que podrían atribuírsele las propiedades de esta planta como antibiótico es decir su facultad para matar bacterias: la alicina
Tras este descubrimiento se intensificó la investigación sobre otros compuestos bactericidas encontrando una sustancia llamada aliina que no tiene por si sola efectos antibióticos pero que, si se expone a una enzima llamada alinasa, es posible producir la alicina.
La alicina ha mostrado propiedades antibióticas y antimicóticas – contra hongos – cuando actúa de manera aislada, pero cuando se combina con otros componentes del ajo también presenta capacidades para disminuir los niveles de ciertos biomarcadores en sangre como el colesterol (hipocolesterolémico), lípidos (hipolipémico) y contra la presión arterial alta (antihipertensivo).
Adicionalmente el ajo es efectivo como anticoagulante y junto con sus efectos para disminuir las grasas en sangre, así como la presión arterial, contribuiría a procesos generales como la formación de placas en las arterias (aterosclerosis) y por ende a la prevención o tratamiento de enfermedades cardiovasculares.
¿Cuál es el efecto del ajo sobre los piojos?
Pero ¿qué hay de los piojos?
Bien pues es sabido que desde el siglo VII antes de Cristo los eslavos utilizaban el ajo para combatir tanto mordeduras de serpiente como picaduras de araña y las infestaciones de nuestros famosos piojos.
En el caso particular de los piojos hay evidencia de que el ajo los paraliza, quizás de una manera similar a como hacen otras sustancias, produciéndoles un bloqueo de su sistema respiratorio que eventualmente les produce asfixia.
Se han hecho algunos estudios clínicos donde inclusive se ha utlizado la alicina aislada para agregar en solución al cabello.
No obstante, en contraste con los abundantes estudios científicos que existen sobre otros efectos del ajo sobre la salud, no hay suficientes reportes formales de su uso clínico para la pediculosis.
Entonces ¿se recomienda usarlo o no?
Al ajo se le han descrito tantas propiedades medicinales que dificilmente se le asociaría a un efecto nocivo, aunque hay que decirlo no existe ningún compuesto absolutamente inocuo en el mundo y puede cualquier persona podría tener una hipersensiblidad o alergia específica y poco común a una sustancia muy empleada.
El mayor obstáculo quizás para el uso del ajo es por supuesto el aroma que sería difícil de tolerar tanto para la persona que lo aplica como para quien lo recibe.
Es posible macerar o machacar el ajo para tratar de agregar en un extracto a un shampoo, agua con jabón, al jugo de un limón o inclusive a algún aceite esencial como lavanda para tratar de atenuar el aroma.
De cualquier forma, hay que tener presentes los cuidados habituales con niños pequeños y por supuesto si se llegaran a presentar efectos indeseables como irritación, ardor o cualquier otro signo o síntoma de intolerancia se debe suspender su uso y consultar a su médico.
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